sábado, 13 de octubre de 2012

Idolos de papel

Idolos de papel

Hace un par de días cumplí años. Vencí una barrera que cómicamente algunos amigos y compañeros de trabajo se aventuraban a señalar que no sobrepasaría: los 27.

En cierto modo, e irónicamente, uno se siente orgulloso con una broma tan macabra: James Dean, Kurt Cobain, Larra, Jimmy Hendrix, Jim Morrison… ¿A quién no se le ensancharía el ego cuando lo comparan con tipos de tan contrastado talento? ¿Quién no querría engrosar con su nombre (aunque sea sólo fantaseando) la lista del 4Ever Club?

Haciendo honor a la verdad, la comparación no se debía a ningún tipo de elogio o ensalzamiento de alguna virtud artística. La metáfora se debe más a las similitudes físicas del aspecto de mi cara a las 9 de la mañana que a habilidades propiamente dichas de un servidor. Aun así es agradable una broma tan indeseable.

Todos conocemos El Club de los 27 o 4Ever Club. En un principio se acuñó el término para hacer referencia a estrellas del Rock, pero poco a poco, y dado que nos gustan tanto las coincidencias y las profecías, se extrapoló a todo tipo de campos inventando la leyenda en torno a estos repentinos y prematuros fallecimientos: estos héroes sellaban un pacto con el diablo para alcanzar popularidad y éxito, pero en el contrato que les ofrecía el señor de las tinieblas existía una cláusula en letra pequeña con la que el firmante contraía una deuda de vida que el diablo cobraría a los 27 años legitimándole así su alma.

¡La historia mola! Así se gestó el mito, probablemente inventado por un iluminado y “homeriano” productor de una discográfica que veía cómo se iba reduciendo la lista de sus clientes y mermando sus ingresos. Pero esta artimaña de marketing ya la ejercían los griegos hace más de dos milenios. Sin afán lucrativo, pero la ejercían. Esta civilización trataba de explicar lo inexplicable por la razón a través de alegorías: la lluvia, los erupciones volcánicas, maremotos, el origen de la vida… Zeus, Vulcano o Poseidón. Esos eran sus dioses y héroes que explicaban todo. Los del 4Ever Club nos sirven para saber porque compramos los discos recopilatorios de Amy Winehouse.

Antes, nuestros héroes eran entes que hacían cosas extraordinarias y ahora son personas que desempeñan acciones cotidianas de forma extraordinaria: Usain Bolt, CR7 o Lady Gaga. Al menos siguen coincidiendo en que los de antaño como los de ahora son igual de supremos e inaccesibles y necesitan de una gran campaña de marketing para que los idolatremos.

El hombre que más corre del mundo no es mi héroe, ni el tío que más goles mete, ni tampoco la cantante que se viste con más filetes de lomo embuchado. No les profeso más admiración de la que se merecen, para eso ya tienen vuestro dinero.

No seré tan cínico, yo también tengo ídolos a los que subvenciono. Mi preferido es uno que descendió a nuestro mundo, su poder lo hace superior a nosotros y aun así no nos esclavizó, todo lo contrario, se desvivió para ayudarnos a ser mejores: difundió un mensaje de paz y de amor enseñándonos a afrontar nuestro día a día dejándose la vida en ello.

No, no es Jesucristo… Es Superman. Las coincidencias entre el kriptoniano y el del cielo son muchas como podéis ver, lo que deja a Jerry Siegel como un bendito plagiador de los evangelios.

Aunque el mensaje de ambos es muy parecido, existe un elemento diferenciador entre la idea de creer en uno u otro: Para que Jesús tenga poder tenemos que tener fe en él, y en lo que dicta la Biblia. Sin embargo, la fuerza de Superman radica en la fe que él tiene en el ser humano. Él lucha por nosotros sin tener necesidad de ello. Por eso admiro más a Superman que a Cristo: porque uno nos salva, y el otro nos impone normas para hallar la salvación. En definitiva, porque uno necesita de una campaña de marketing y publicidad y el otro no. Bueno… por eso y porque, francamente, me parece mucho más divertido repartir hostias como panes que panes como hostias…

Independientemente de mis preferencias, ambos son admirables y modelos intachables. Sus ideales son universales pero ellos no son tangibles, será por eso que mitificamos a otros que tampoco podemos tocar aunque sí ver.

He evitado hablar de médicos, jueces, profesores, curas o voluntarios. Sería demagogia, imagino… nosotros preferimos creer en nuestros ídolos de papel.

1 comentarios:

Unknown dijo...

Se me acumula el trabajo! Para leer!