lunes, 22 de octubre de 2012
Pacquiao vs Márquez 4.0
2:06 p. m.
Pacquiao vs Marquez 4.0
En una esquina el
puño en alto. En la otra, la cabeza gacha. Ocultando la vergüenza bajo una
toalla. Una esquina festeja y la otra reza hincando las rodillas tras los
intensos doce episodios. La coraza de cocodrilo que es su rostro está dañada
con una profunda brecha. Sin embargo, la única cicatriz que se aprecia en la
otra esquina es una sonrisa de orgullo.
El tanteo de la
televisión mejicana refleja un determinante 116 a 112.
Los comentaristas aztecas
lo acarician ansiosos y expectantes: El triunfo está cerca. La venganza próxima.
Pero, de entre sus elogios y alabanzas
chisporrotea constante una recelosa preocupación: Un “mal truco”.
A pocos metros de
ellos los jueces ya han dictado sentencia. Segundos más tarde, el brazo que eleva
victorioso el árbitro de la contienda no es el esperado. La tragedia, el “mal
truco”, se cierne sobre Méjico.
- ¡Robo en Las Vegas! ¡Esto es un robo
absoluto! ¡Es robo terrible! ¡Hemos presenciado el atraco más artero de muchos,
muchos años! – Grita uno.
- Hoy no pierde Juan Manuel Márquez,
hoy pierde el boxeo, y matan las ganas de querer subirse a un cuadrilátero! ¡Matan
las ganas de justicia! – Responde iracundo el otro
El ‘Pacman’
retiene el título.
El 12 de noviembre
de 2011, en el MGM de Las Vegas se podían escuchar los llantos de más de 110
millones de mejicanos. Era la tercera ocasión en la que Juan Manuel ‘Dinamita’
Márquez se enfrentaba a Manny ‘Pacman’ Pacquiao, y era la segunda vez
en la que el mejicano caía frente al filipino por decisión arbitral. En la otra
ocasión las tarjetas de los jueces marcaron tablas. Nunca el número uno del
boxeo mundial libra por libra ha podido
tumbar en la lona a Márquez. Siempre,
victorias a los puntos, con un polémico conteo arbitral.
Tras este último episodio,
el noble arte flaqueo su virtud. Y, ¡sí!
es noble porque ¿qué puede haber más objetivo, sincero e hidalgo que dos
hombres combatir puño con puño, embestida tras embestida y golpe tras golpe? No
hay mentira en el boxeo, aunque ahora la verdad se enturbie… como en todo.
En los primeros ’90
el campeón del mundo libra por libra era el indestructible Mike Tyson. Ahí no había lugar a dudas en la virtud de este
deporte. Contundente, rápido y mortal. Nunca he visto nada más honrado. Sonaba la
campana y KO. Dos o tres asaltos le bastaban al campeón para encumbrar
este deporte a esa esencia que le otorga tan prestigioso apodo. Pero claro, los ’90 eran tiempos de nobles
showmans. Los pesos pesados dominaban
el mundo. Ahora son los escurridizos, estilizados y técnicos pesos medios los
que marcan el ritmo aunque el cuadrilátero sea el mismo.
Nuestras guerras
son las mismas que entonces. Oriente próximo es la lona del MGM Grand. En los ’90
se buscaba una justificación legal para emprender un show en la guerra del golfo. Años después, en Irak, el enfrentamiento era ilegal,
pero el combate el mismo. A mi ignorante juicio ambas son igual de legítimas, deleznables
e injustificables.
Los que tomaban
estas erróneas decisiones eran grandes fajadores. A González y Aznar no les
importaba recibir con tal de asestar un buen directo a la mandíbula. El público entendía ese boxeo y “disfrutaba”
con él. Ahora nos conformamos con estilistas pesos paja que esquivan, se
mantienen y buscan ganar a los puntos. No hay más que fijarse en los debates
protagonizados por unos antagonistas y otros. González y Aznar no utilizaban
estúpidos carteles infectados de cifras que no llegaban a comprender. Se
hablaban y miraban… recibían y embestían. Los paja de ahora no pueden
ni mantener una conversación coherente el uno con el otro. Esquivan y lanzan técnicos
jabs al aire que ni dañan ni divierten.
Pero estos desalmados no son los únicos que representan esta decadencia abúlica del cambio de siglo. ¿Dónde han quedado los criminales
pesos pesados? En los ’90 los Ruíz
Mateos y Jesús Gil se jactaban
de aparecer en los medios de comunicación para defender la legitimidad de sus
estafas. Eran personajes que se disfrazaban y nos intentaban robar con una
sonrisa. Las rocambolescas puestas en
escenas eran básicas para perpetrar el “show”. Estos más que fajadores, eran
pegadores. Buscaban su oportunidad para lograr el golpe definitivo y letal en
el momento oportuno. Ahora… todo es gris, se esconden tras sus abogados y
muestran (con suerte) sus gestos espinosos. Son también pesos paja que también
buscan ganar a los puntos. Son sinvergüenzas que para colmo padecen la
vergüenza. Tampoco nos van a agradar con un KO.
Para mal de Oliver
Stone, al menos aún permanece un bastión que aprendió de los pesados de los ’90,
se mantuvo en su peso y no optó por ser un paja. Julián Muñoz y su trama marbellí repleta de ambiciones rotas y
tortuosos romances televisados es el fiel arquetipo del boxeo de la vieja
escuela. Su puesta en escena, su bigote atemporal, y su lenguaje cercano es el propio
de un pegador reconvertido en fajador.
Sólo nos quedan
buenos pesos medios y demasiados ligeros. El tiempo nos ha privado de los
pesados y ya sólo esperamos a la tarjeta de unos jueces que dicten sentencia.
El próximo
diciembre el MGM Grand de Las Vegas volverá a acoger el cuarto Márquez vs Pacquiao. Los seguidores del
noble arte no esperamos un KO pero
tampoco queremos volver a toparnos con lo mismo:
- ¡Hoy pierde el boxeo, y matan las
ganas de querer subirse a un cuadrilátero! ¡Matan las ganas de justicia! – Responde iracundo el otro.
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